Noventa y nueve maneras de escapar; solo porque el cuerpo te lo pida o porque no puedas respirar
Sentándote en el sillón de papá, tirándote en alguna cama de cualquier habitación, corriendo, corriendo porque sí, cerrando el paragüas cuando llueve, quemando cartas, borrando mensajes, cambiando de planes y decidiendo que aquello no es lo que quieres hacer, repasando mentalmente un cuento de superhéroes para no tener miedo, escuchando la radio, poniendo el hilo musical y quedándose dormida con la radio y con la luz encendida, escribiéndose en la mano todo aquello que le quieres decir, huyendo de cualquier foto a su lado, o yendo a el sitio de siempre a columpiarse, cargando el bolígrafo en el diario, gritando, gritando un martes por la tarde, contando hasta veinticuatro mil ciento trece, repitiendo las palabras de un diálogo perfecto, recortando personas de los recuerdos, echando de menos todo y a todos, escapando del vecino del cuarto, durmiendo sin soñar.. y soñando sin dormir, haciendo burbujas y oliendo típex, besando una y otra y otra y otra y otra vez, haciendo planes para conciertos que sabes que no vas a ir, gritando palabras que solo pueden decir los mayores, diciéndole a los viejos que no hay crisis ni porqué preocuparse, volviendo a septiembre, bañándose en el mar de noche, hablando con un ‘sumerLOVE’ en italiano, jugando al mario hasta que los ojos te pesen tanto como todo tu cuerpo, leyendo, leyendo páginas de un diario, mirando entradas de cine, llenando estas líneas.
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